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¿Postular a Óscar Naranjo? Una afrenta a la verdad y a la justicia, nota editorial de EL HOME NOTICIAS

Óscar Naranjo Trujillo, exvicepresidente de Juan Manuel Santos

Óscar Naranjo Trujillo, exvicepresidente de Juan Manuel Santos, ha sido mencionado en tribunales internacionales por presuntos vínculos con el narcotráfico, específicamente por el testigo Alexander Cifuentes Villa.

¿Postular a Óscar Naranjo? Una afrenta a la verdad y a la justicia

En un país donde la impunidad convive con el poder, proponer al general (r) Óscar Naranjo Trujillo como futuro presidente no solo es una provocación al juicio histórico, sino un acto temerario que ignora las graves sombras que nunca fueron investigadas.

EDITORIAL

Sábado, 28 de junio de 2025

En Colombia, la memoria parece vivir en amnesia voluntaria. Mientras columnistas de diarios tradicionales intentan maquillar el pasado y abrirles camino a nuevas candidaturas con rostros reciclados del poder, la sociedad aún espera respuestas frente a los silencios cómplices que han protegido a personajes como el general retirado Óscar Naranjo Trujillo, exdirector de la Policía Nacional y exvicepresidente durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

La propuesta de postularlo a la Presidencia no es ingenua ni académica: es peligrosa. Naranjo Trujillo ha sido mencionado en tribunales internacionales por presuntos vínculos con el narcotráfico, específicamente por el testigo Alexander Cifuentes Villa —hombre cercano al Chapo Guzmán—, quien aseguró bajo juramento en una corte de Nueva York que el general recibió sobornos.

Como si fuera poco, el chavismo venezolano, en voz de Ramón Rodríguez Chacín, aseguró tener en su poder un computador del narcotraficante Wilber Varela, alias Jabón, que supuestamente contenía información sobre relaciones directas de Naranjo con la mafia del Cartel del Norte del Valle.

¿Qué hizo la Fiscalía colombiana ante esas declaraciones? Nada. Ni una investigación, ni una citación, ni una solicitud de cooperación internacional. Por el contrario, Naranjo fue premiado: ascendido al segundo cargo más importante del país por Juan Manuel Santos, quien no solo ignoró las alertas, sino que lo encumbró como negociador de paz en La Habana.

La imagen pública de Naranjo fue pulida con precisión quirúrgica: una serie de televisión, un libro glorificante, entrevistas con tono de epopeya. Pero detrás de esa narrativa está el otro lado: la omisión deliberada de denuncias graves, la exaltación de operaciones que no le pertenecieron y el uso de la ficción para cimentar una figura política sobre verdades parciales o fabricadas.

La sociedad colombiana no puede seguir aceptando que los nombres rodeados de escándalos sean reciclados como salvadores del país. Y mucho menos puede permitir que la historia se construya desde los escritorios del marketing político, mientras las víctimas del narcotráfico y la corrupción esperan justicia.

Proponer a Naranjo como presidente es más que una mala idea: es una bofetada al país real. Es ignorar que su paso por la Vicepresidencia coincidió con el mayor crecimiento de cultivos de coca en la historia reciente, que su hermano fue capturado por narcotráfico en Alemania, que jamás se rindieron cuentas claras sobre su trabajo como asesor en México, y que ninguna entidad internacional lo ha declarado jamás “el mejor policía del mundo”, aunque él mismo lo haya repetido.

La pregunta no es si Óscar Naranjo puede ser candidato. En una democracia, cualquiera puede aspirar. La pregunta es: ¿cuándo responderá ante la justicia por las graves acusaciones que nunca se investigaron? ¿Hasta cuándo se blindará su figura detrás de un uniforme que ya no puede esconder los silencios?

La postulación de Naranjo no representa esperanza. Representa el riesgo de que el poder vuelva a ser una coartada.

Y Colombia ya ha pagado muy caro ese error.

Nota Editorial de EL HOME NOTICIAS

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