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La retractación de Petro, columna de opinión del abogado y escritor Rodrigo Zalabata Vega

Gustavo Francisco Petro Urrego, presidente de la República de Colombia.

Gustavo Francisco Petro Urrego, presidente de la República de Colombia.

La retractación de Petro

Lunes, 16 de diciembre de 2024

Por: Rodrigo Zalabata Vega

Abogado y escritor colombiano

La reciente denuncia del presidente Petro de corrupción en el sistema de salud, basada en la intervención que hiciera el Gobierno, a través de la Superintendencia de Salud, a la EPS Coosalud, podría refrendar, con sellos oficiales, lo que una canción vallenata retrata en una metáfora como «un robo consentido», para expresar cómo los enamorados se roban el corazón y seguir viviendo el uno del otro como si nada.

Lo cierto es que este es un hecho real, en el que muchos colombianos perdieron el corazón literal, con sus corazonadas de fe, a causa de un robo a su salud, a manos de un cónclave de impolutos ungidos de batas blancas con tal consagración que solo deja ver el humo blanco después que se escoge al Papa.

Y tiene que ver el presunto desfalco de dineros oficiales destinados a la salud de los colombianos, administrados, en función pública, por la EPS privada Coosalud, a través de una operación financiera en la que su junta directiva autoriza respaldar con dichos fondos, en calidad de codeudor, un préstamo bancario a favor de una empresa particular de propiedad del mismo gerente de la EPS Coosalud, en cuantía de $221 mil millones, el cual no fue pagado y en consecuencia embargados los dineros públicos a su cargo, abrazados en un círculo ciego en el que nadie vio nada.

Al revelarse la identidad de los miembros de la junta directiva de la EPS en cuestión, se encontraron en una foto familiar que se trataban de hermanos del establecimiento de expresidentes y exvicepresidentes de disímiles familias políticas, quienes se prestaron para prestarse sin retorno los dineros del Estado, los mismos que en el pasado se acusaban mutualmente de ladrones públicamente, ya fuera que participaban o no en sus indistintos y sucesivos gobiernos, pero que allí estaban unidos por un milagro financiero.

Una pérdida de dineros públicos encargados a la salud que se sumaría a muchos robos en manos de las EPS privadas administradoras de la aplicación de los mismos, como los 13 billones desaparecidos que denunciara la ex ministra Carolina Corcho, de los que ya nadie habla, como parte de los 80 billones anuales que se les giraban a las EPS en el actual sistema de salud, bajo su mismo control, en el que solo cuentan los muertos contables.

Pero lo que resultó inaudito no fue hallar unidos a unos enemigos consensuados, sino que ellos mismos, antes que mirarse a la cara para sospechar si había algún responsable en los hechos de la denuncia presidencial, o si existió el hecho mismo, y así abrir la puerta a la justicia llegada a investigar y a dilucidar su actuación en el presunto robo, lo que procedieron fue a demandar del presidente Petro una retractación pública por lo afirmado y denunciado, como si nada hubiera ocurrido.

Lo que me llevó al lugar de la ejemplar canción del maestro Escalona «La custodia de Badillo», en donde hubo el robo de la reliquia sagrada sin un ladrón aparente, denunciado en su magistral letra «se la llevaron, se la llevaron, se la llevaron ya se perdió», llevado a cabo por un ladrón tan ilustre que no podía mencionarse su nombre, por tratarse de «un ratero honrado».

Pero la retractación que le exigieron al presidente Petro me hizo recordar una vieja anécdota del fútbol colombiano, en la que el gran director técnico Gabriel Ochoa Uribe, cuya disciplina ética estaba antes que el mismo fútbol, al advertir que un jugador de sus filas había faltado gravemente a la unidad del grupo, le exigió que se retractara ante todos, incluida la afición, so pena de eliminarlo de la nómina. El jugador, ni corto ni perezoso, temeroso del carácter militar de su entrenador, con el ánimo de enmendar su error, al día siguiente se le presentó con una foto.

El médico Ochoa, inflexible en sus principios pero sabio en sus decisiones, aceptó que el jugador había cumplido con su retractación.

Gustavo Petro tendría que aprender del noble jugador de fútbol, porque a estas alturas de la vida debería estar agradecido que el establecimiento que disciplina a sangre fuego a los colombianos no lo haya eliminado de la nómina, con la suerte que corrieron tantos líderes populares del pasado, y antes por el contrario le hayan permitido ser presidente, así no hayan terminado su partido, como le ocurrió a la Unión Patriótica, porque aunque quisieran borrarlo de la memoria de la historia de Colombia lo colgaran en las paredes del palacio de Nariño su retracto.

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

Rodrigo Zalabata Vega

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