Henry Sanabria
Cambio de la cúpula de la Policía: Las desalentadoras cifras de inseguridad y la cantidad de denuncias en su contra propiciaron la salida del general Henry Sanabria
12 abril, 2023
Solidaridad con Palestina.
En Bogotá, concurrido encuentro, cientos de voces se unieron en solidaridad con Palestina
15 abril, 2023

El milagro de Valledupar, columna de opinión del abogado y escritor Rodrigo Zalabata Vega

Valledupar, el país habitado por los vallenatos.

El milagro de Valledupar

OPINIÓN

Por: Rodrigo Zalabata Vega

Abogado y escritor colombiano

 

Valledupar, el emblema universal de su historia provincial, desde tiempos prehispánicos fue el epicentro que concitaba el quehacer consuetudinario de la aldeanería nativa del valle gobernado por el cacique Upar. Avasallada la cultura milenaria amerindia se daba su lugar el viejo mundo en el nuevo mundo. En su aparte, se grababa en el acta bautismal de fundación católica la neonata ciudad colonial en el año 1550, signada por el conquistador Hernando de Santana y narrada en la crónica de indias de Juan de Castellanos. Exaltada en ella la cultura raizal que moría en su tierra dada a florecer.

A partir de allí se daría el desarrollo de su idiosincrasia ensimismada en el gran valle, cuya presencia ausente se haría resonante en el resto del mundo historial, si para animar la atención hubo de recrear su propio relato transmitido en el radio de la tradición oral hasta hacerse musical en su palabra, la que tiempo andando se guardaría como un correo en la música vallenata.

Desde sus orígenes el vallenato se hizo retrato de su cultura, una selfi testimonial, sin cuadrar la imagen de lo que debía mostrar de sí, al momento cantaba el ajetreo vivencial de su cotidianidad. Es por ello que a posteriori no podría tacharse su carácter patriarcal, el hervir la sopa de letras del día en el contenido de su música.

En ello consistió la juglaría, enlazar los hechos ocurrentes en la región, cuya primera necesidad era su propio interés de activar la vida de su pueblo. La manera de compartir el pan levado de los sucesos dorados por el sol de boca en boca.

Así mismo se creó la vida espiritual en el valle. Una vez llegada la legión europea que completó la Tierra con nuestra América, el vallenato hizo la composición de su mundo interior a su manera. La celebración religiosa de Santo Ecce Homo da fe de ello. Un mito que hunde sus orígenes en el tiempo en que se fundó Valledupar. Desde entonces cuentan que un hombre se presentó sin identificar y se encerró a pan y agua en el cuarto de votos de santidad de la iglesia. Después de varios días de dudar su existencia forzaron la puerta del cielo para salvarlo. Al entrar encontraron un santo tallado en madera sin rastro del hombre que había ingresado en su lugar. Aún allí, lo más sorprendente no fue eso, aquel hombre hecho santo advocaba la imagen de Jesucristo. Pero no en la apostura anglosajona de blanco santificado con ojos celestes, que no correspondía ni a la comunidad judía en que había nacido ni a los españoles que lo habían traído desde el más allá al nuevo mundo, sino en versión de un vallenato auténtico. Se trataba ahora de un dios negro curtido por el sol, encadenado a un tronco, agobiado con sus fieles cada lunes santo de Semana Santa, cuyo sudor, como el de su pueblo, hace milagros.

Tan desconcertante esa teofanía que sus creyentes advierten cierto pudor en su propia fe. Nadie puede decir que su santo encarne a su mismo dios, ni alguien que se atreva a desmentirlo. Ante semejante enclave espiritual sus gentes se atienen a los hechos cumplidos. Cada lunes santo de todos los años los feligreses realizan la procesión consagrada llevándolo en hombros, para agradecerle la enfermedad sanada, la deuda saldada, el negocio prosperado; a sol limpio, en medio de un calor infernal; mientras otros mojan en sus pañuelos el sudor bendito de su cuerpo sufrido, cuyo rostro transido les confirma que sufre con ellos y les transmite el alivio de que hará lo que tenga que hacer como patrono ordenado por el propio cielo.

En ese misterio se trasluce de cuerpo entero el carácter espiritual de un pueblo, la credulidad en lo que revela su ser. El valle sumido entre montañas aquende del mar serviría de caja de resonancia de las olas del resto del mundo con qué generar un diálogo tardío, aunque por ello más ligado a sus orígenes, y así desarrollar su personalidad cultural autóctona.

Entrado el siglo XX, el tiempo que en Europa disputaban el trofeo de la Tierra en dos mundiales de guerra, el valle de Upar, una aldea edénica mecida en su cuna geográfica, parecía no enterarse que vivían el génesis del apocalipsis. Mientras el odio y la codicia se arrogaban el mundo, el vallenato recorría su llanura dedicando versos del Amor Amor, sin acordarse de la muerte.

En esos años se escucharían las primeras voces de aquella provincia cantata, en el universo del disco. La primera grabación de vallenato, datada con pruebas, la hizo Abel Antonio Villa en 1944, de las canciones “Las cosas de las mujeres” y “Mi negra linda”. Aquel suceso de la nada eclosionaba el vallenato en la faz de la tierra. Entonces se daría a conocer un lugar renaciente que apenas ponía un pie en la historia que ya se empujaba al borde del fin del mundo. Si bien dichas canciones daban cuenta de unas costumbres perdidas, abandonadas por la modernidad, se presentaban con un ropaje a la moda: venían interpretadas en acordeón y guitarra, dos instrumentos emblema de la Europa musical.

Y podríamos desvelar un dato inexistente pero singular. No me alcanza mi memoria discográfica para encontrar una sola canción vallenata, tan minuciosa en su juglaría de las noticias que despiertan el día, que registrara el evento de la segunda guerra mundial en sus aciagos momentos, ad portas de la primicia victoriosa, lanzada como una bomba atómica: ¡la ciencia armada ya podía abolir de hecho la humanidad!

Lo cierto es que el vallenato, absorto en el valle, asomado a la gran historia contaba una tradición oral que conservaba su pasado al tiempo que pulsaba el ritmo del reloj de la civilización. De la conseja de sus costumbres se prodigaba su educación sentimental reviviendo las edades y los estados de ánimo de la poesía; costumbrista, lírica, romántica; adentrado a una modernidad, desencantada de la imaginación, que solo acepta la realidad como su único mundo.

Lo increíble es que el vallenato haya hecho su travesía por la historia universal recogiendo los bienes desechados prácticamente por la vida moderna: el amor, la familia, la amistad, el compadre, las querencias de antaño. Y que su pueblo haya atravesado el desierto de cien años de soledad, puesto a salvo en el oasis del valle, alimentadas sus generaciones con el fruto del árbol de sus costumbres. Sería esa fuerza de origen la que le permitió trascender sus límites físicos para crear un estado del alma, cuyo paisano se hará todo aquel que comparta su palabra.

Pero la verdad de su existencia se guardará por siempre en su misterio. Santo Ecce Homo hará todos los favores que le pidan, pero nunca dirá cómo todo un pueblo ha sobrevivido con versos poéticos, tal si se tratara de versículos bíblicos. Y hacer de Valledupar lo que en realidad es: un milagro tangible de la poesía.

El paisaje dibujado por el vallenato nos ha dejado ver casas en el aire, sabanas que sonríen al paso de la mujer amada, luceros espirituales más allá de la luz del hombre, el cual debemos cuidar de ser estropeado por el afán interesado en concretar la imaginación, si de suyo levantó del pasado escondido el valle de Upar.

Aquellos que creen en dios, pero aún dudan que la poesía existe, bien podrían visitar el país habitado por los vallenatos.

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

Rodrigo Zalabata Vega

E–mail: rodrigozalabata@gmail.com

Sigue nuestras publicaciones en el Twitter @elhomenoticias

en nuestro canal de Youtube EL HOME NOTICIAS

también en Instagram @elhomenoticias

 

EL HOME
EL HOME
Editor general El Home Noticias.

2 Comments

  1. Victor Leon dice:

    Excelente himno narrado a la virtualidad que nos trasuntaron las notas sabías y alegres de los himnos vallenatos, a más de ser canciones, poemas, son himnos de una nacionalidad, el colega que nada en los derechos probos, nos deja una estela de sabidurías que se deben narrar, contar para que a ningún nacional se nos olvide está nascencia propia de nuestra nacionalidad. Gracias compadre ir esas lucidas y gratas letras y notas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Descargar Full